el amor

El amor nace con una sonrisa, crece con un beso y se muere con una lagrima.

jueves, 30 de marzo de 2017


                                                                   ARES IV
Eris estaba flotando por encima del lecho sonriendo con malicia. Jamás sabrán que la maldad de Ares se la debían a ella. Con el dios de la guerra fuera de Olimpo todo sería más fácil, ella y su amado sembraran el miedo y la discordia entre los dioses y dominarían los reinos. Como todos los hombres, Ares había sucumbido a sus encantos y su maldad sobrepasó los límites, nadie conseguirá despertar sus verdaderos instintos. Observó el anillo que  Ares  llevaba en el dedo y se desvaneció riendo.

 

La habitación parecía una jaula. Se paseaba en círculos masajeándose las sienes mientras soltaba maldiciones. ¿Dioses salidos de frascos? ¿No se suponía que debía frotar el frasco y llamarlo tres veces antes de salir? Laura creía recordar que el genio de Aladino salía así de su lámpara mágica. ¡Y qué dios! Había leído algo sobre aquel despiadado dios de la guerra, ¿pero que existían? Hasta había visto películas, y aquella serie que tanto le gustaba, Xena, princesa guerrera. Y era tan… guapo que quitaba el aliento, y sexy… tanto que le nublaba la mente, ¿Cómo pensar con claridad con un hombretón así, en su casa? Era un peligro andante, sí señor, un peligro para su salud mental pero todavía más para sus revolucionadas hormonas. Y lo peor de todo era que no podía enviarlo de paseo ya que al parecer su madre… la diosa no-se-que, lo había atado a ella. Claro… ella era la listilla que recoge un frasquito caído del cielo —en su cabeza— y se lo lleva a su casa. Y cuando el frasquito empezó a maldecirla y a hablar ella… va y lo abre. Si que era lista. Se dejó caer en la cama y se puso la tele. Necesitaba dormir y al despertar estaría más despejada, podría pensar con más claridad.

Despertó con dolor de cabeza y mas cansada de lo que se había acostado.

Buscó a tientas la bata y salió con los ojos medio cerrados en busca de café. Llegó a la cocina y se despertó de golpe cuando encontró a Ares, ataviado con una toalla en torno a las caderas con las narices en sus cajones. Se estremeció al recordar los acontecimientos del día anterior, no estaba sola y aquel dios era el culpable de su noche en vela, de sus sueños eróticos y de las ojeras que aunque no había llegado al espejo, sabía que estaban allí. Le lanzó una mirada de reojo y se dirigió a la cafetera. No podría pensar sin un sorbo de café.

    Buenos días ¿Qué estas buscando?

—Un arma para salir a cazar —dijo Ares entrecerrando los ojos — Me agrada ese aroma, ¿Qué es?

—Café, y… ¿para que necesitas un arma? —Se estremeció Laura — ¿Qué quieres cazar?

—Alimento muchacha —respondió Ares mirándola extrañado.

— ¡Oh! No puedes salir a cazar tío, siéntate, preparare el desayuno.

—Tendré que proporcionarte alimento para cocinar mujer, ¿Qué vamos a comer?

Laura se lo quedo mirando y aguanto una risita, era tan serio y guapo, allí envuelto en tan solo una toalla, que le daban ganas de volver al dormitorio pero con él.

—En mi época no se caza, al menos no aquí, y no como tú crees. Los cazadores son profesionales, salen por diversión y algunos por necesidad no como en otras épocas.

—Entonces ¿Cómo consigues la carne? —preguntó incrédulo.

—Del mercado, después de desayunar saldremos a comprar, ¿de acuerdo?

El asintió y se sentó en la silla mirándola mientras ponía los huevos en la sartén. Le sirvió una taza de café y Ares olisqueó el aroma frunciendo el cejo.

El brebaje de color oscuro olía de maravilla se dijo, metió el pulgar y a continuación se lo chupó. Laura agrandó los ojos pensando que aquel gesto debería darle asco no excitarla.

—Es café y… lo tomamos por las mañanas para despejarnos.

— ¿Es mágico? —Preguntó Ares tomando un pequeño sorbito, cerró los ojos y soltó un suspiro —esta delicioso.

—Sí, bueno, para mí lo es… eh, mágico — ¿Por qué sentía aquel cosquilleo con cada gesto que hacia Ares?

Laura puso lo huevos en platos y colocó el bacón en la sartén. A continuación exprimió naranjas y se sentó en la mesa.

Ares pensó que su madre le había enviado entre los humanos para atormentarlo. Puso a aquella humana en su camino, y él no se resistiría a semejante desafío. Jamás había visto una mujer tan hermosa, tan valiente e intrigante. Le sangre le hervía de lujuria mientras la observaba con aquella prenda que no dejaba nada a la imaginación. Con cada movimiento ella enviaba oleadas de deseo a su cuerpo y lo único que quería era cabalgarla para toda la eternidad. Cuando ella colocó el plato de comida frente a él, Ares estuvo tentado de agarrarla y quitarle aquella prenda, acariciar su cuerpo desnudo hasta hacerla suplicar el placer, enterrar su rostro entre aquellos pechos firmes y mordisquearla hasta la liberación. Despertaba en él sensaciones que jamás había sentido. Aspiró el aroma huevos fritos con bacón  y su estomago rugió. Decidió aplazar la conquista de la muchacha, no será muy difícil derribar sus defensas.

Desayunaron en silencio sin dejar de echarse miraditas.

—Delicioso —dijo él con satisfacción —me llevare estas bebidas a mi mundo, los dioses agradecerán semejante brebajes.

— ¿No hay café y naranjas en el Olimpo?

—Muchacha, nos deleitamos con otros placeres. Nuestros brebajes demandan magia.

—Y los nuestros, trabajo —dijo ella con desdén —iré a vestirme, tengo que trabajar.

—Te acompañare —dijo él levantándose con brusquedad

— ¡Oh! Eso sí que no puede ser, no puedes ir conmigo al trabajo.

—Iré contigo muchacha.

—No puedes ir envuelto en una toalla —bufó ella —Vístete.

¿Qué demonios va hacer con él? No podía llevarlo con ella a la cafetería, y lo cierto era que tampoco podía dejarlo solo en su casa. Maldiciendo se dirigió al cuarto de baño y se abrió los grifos. Volvió a maldecirse por no tener un cerrojo en la puerta. Pero ayer por la mañana estaba sola, ¿Cómo iba ella a saber que tendría una visita del dios de la guerra? Se quitó la ropa esperando que Ares este muy ocupado y que no entre a buscarla o a hacer sus necesidades. Dejo el agua templada acariciar su cuerpo y se enjabonó el cuerpo. Cuando acabó se volvió para buscar la toalla y se topó con la mirada gris de Ares.

— ¡Sal ahora mismo hijo de puta! —chillo tapándose los pechos.

Pero la mirada de Ares estaba posada en otro sitio, más abajo. Sus ojos descendieron por su cuerpo estremeciéndola, enviándole olas de calor por todo el cuerpo. Torció los labios en una sonrisa y salió riendo a carcajadas.

Temblando de furia y vergüenza, Laura se puso la bata y salió echando humo por las orejas. Lo encontró en su habitación atándose las botas.

— ¡Oye, no puedes entrar en mi cuarto de baño cuando me estoy duchando! ¿Es que allí en tu mundo no respetáis nada?

Ares levanto la mirada muy lentamente y sonreía. El muy canalla sonreía.

—No sabía que estas allí muchacha, y en mi mundo las mujeres están deseosas de que yo las sorprenda desnudas.

—Pues yo no. Mientras vivas en mi casa tendrás que respetar mi intimidad, y que sepas que mi cerebro no es del tamaño de una mosca para caer rendida a tus pies.

—Caerás —gruñó el sin dejar de sonreír, se levantó y se acercó a ella con lentitud. Le pasó un dedo por la mejilla estremeciéndola, cogió una mecha de su cabello y se lo enroscó en los dedos quemándola con la mirada, cuando ella tembló el la atrajo hacia él y acercó sus labios a su mejilla. Laura tembló demasiado aturdida para moverse. Cuando los labios de Ares poseyeron los suyos, Laura pensó en rayos y truenos, intentó zafarse pero lo que hizo fue pegarse más a él. Ella enroscó sus dedos en su pelo y lo besó a su vez, luego perdió el aliento por completo cuando él hizo más hondo el beso. Una mano viril se ahuecó en su mandíbula; la otra se deslizó hacia abajo del arco de su columna vertebral, ahuecándose en sus caderas, moldeando su cuerpo apretadamente contra el de él. Laura sintió sus manos fuertes acariciando sus muslos y en un instante estaba encima de ella mordisqueándole los pechos sacándole pequeños jadeos de placer. ¿Cuando y como habían llegado en la cama? Ares deslizó una mano por sus muslos y Laura supo que tenía que detener aquello antes de…

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