el amor

El amor nace con una sonrisa, crece con un beso y se muere con una lagrima.

jueves, 26 de enero de 2017

Perdida
Estaba vagando por los serpenteantes senderos de los jardines de su casa, pisando la nieve con sus pies descalzos, el pelo negro como la noche se mecía suavemente alrededor de su rostro. Se detuvo delante de la fuente sostenida de dos angelitos de mirada triste como la suya, de cuyas bocas fluía el agua. Clavó sus ojos en ellos por un momento y recordó un rostro pequeño con ojos grandes y risueños, con una bonita sonrisa.  Su hijo, oyó el llanto de su hijo llamándola, lloraba quedamente en la noche para que ella acudiera y le tranquilizará. Empezó a correr siguiendo el llanto de su bebe, pero lo oía en todas partes. La cuna, ella lo había dejado en la cuna, recordaba los gritos de Víctor, ¿Por qué había gritado Víctor? Ahora no importaba, tenía que encontrar a su hijo, la llamaba, la necesitaba. Recordó que se había acostado temprano, se sentía cansada pero el llanto de su bebe la había despertado. Oyó pasos en la oscuridad y se escondió tras un árbol, sentía miedo pero ¿de quién? Vio a su marido meciendo al niño con suavidad.

—Shh, mama está aquí —susurró saliendo de su escondite. A Víctor no le tenía miedo, Intentó coger el niño que no paraba de llorar, pero Víctor se volvió de espaldas y se dirigió hacia la casa. ¿Estaba enfadado con ella?

—No llores pequeño —Víctor mecía el bebe con lagrimas en los ojos —tu abuela sabrá que hacer—acariciaba la mejilla del niño con suavidad— lo sabes ¿verdad? Y dicen que los bebes no entienden nada, pero tú sí. Tú entiendes.

Raquel con los ojos desorbitados no entendía las palabras de su marido. ¿Por qué no llevar al niño con ella? Y ¿Por qué lloraba Víctor? ¿Estaba enfadado con ella? Ahora recordaba, Víctor se había enfadado con su madre, habían discutido, su suegra no tocaría a su bebe, pensó apretando los puños con fuerza. Las luces del jardín se encendieron y empezaron a parpadear cuando ella entró en la casa. Víctor debería confiar en ella, ella podía cuidar a su bebe.  Siguió el llanto de su hijo hasta su cuarto y vio a su suegra con el niño en los brazos meciéndole.

— ¡Dámelo! —rugió con los ojos llameantes de furia. — ¡Es mi hijo! ¡Me necesita!

La mujer seguía meciendo el bebe sin levantar la mirada y empezó a canturrear una nana;

Duerme pequeño, duérmete ya…

Raquel  soltó un grito de frustración y tendió las manos para coger a su hijo. Las ventanas se abrieron con fuerza golpeando la pared.

—Pero, ¿Qué os pasa?—chilló mirando a su suegra. El bebe dejo de llorar y clavó sus ojos en ella. Tendió sus pequeñas manitas hacia ella cuando apareció Víctor en el umbral.

—Mamá, ¿por qué está abierta esa ventana? —preguntó mientras la cerraba. —Se pondrá enfermo.

—Fue el viento, ¿Cómo estás? Tienes que descansar un poco. Eres muy pálido hijo.

—No puedo descansar mamá, no puedo —se pasó una mano por el pelo. —Han llamado sus padres, están cerca.

Raquel  observó a su marido y pensó que tenía muy mal aspecto. En cambio su suegra parecía triste pero el brillo de sus ojos la traicionaba.

Su pequeño le sonrió y el corazón le dio un vuelco. ¿Por qué su marido y su suegra no la miraban? ¿Por qué actuaban como si ella no fuese allí? ¿De los padres de quien estaban hablando? Se plantó con firmeza delante de Víctor fulminándolo con la mirada.

— Tenemos que hablar, no puedes tratarme así.

Víctor se volvió hacia su madre y acarició la mejilla del niño que se había quedado dormido.

—Llévalo a su cuna mamá, en el fondo creo que lo sabe —dijo con tristeza.

Raquel sorprendida levantó la mano y abofeteó el aire. Intentó cogerle del brazo y golpeó el aire una vez más. Desconcertada siguió a su marido y a su suegra por las escaleras cuando oyó el timbre de la puerta. Sus padres con los rostros surcados de lágrimas esperaban en el umbral.

— ¿Sufrió? —preguntó su madre con voz débil.

—Murió mientras dormía—respondió Víctor rompiendo a llorar.

— ¡No! ¡Mamá, no estoy muerta!—gritó Raquel abrazando el aire.

De repente las imágenes empezaron a aflorar en su mente. Víctor discutiendo con su suegra, su suegra pidiéndole perdón, el cansancio, su suegra ofreciéndole una taza de leche que parecía amarga. ¡Amarga! Raquel dejo escapar un grito que nadie había oído. Se deslizó al cuarto de su bebé, jurándose que le protegería.

 
ODIO A LOS HOMBRES
Hoy iré andando, estoy hasta los tuétanos de tantos guarros. Están allí oliendo a mierda. No se lavan, son asquerosos, ¿Cómo pueden salir de casa con ese olor? Los odio, odio a todos los hombres, odio las mujeres también, por tontas. ¿Pero que se creen? Andan emperifolladas por allí, cuchicheando con las amiguitas, diciendo cuan felices son, con sus mariditos, cuando ellos no hacen más que usarlas, esto es lo que somos la mujeres para usar y tirar. Y ese de allí, que besa a esa rubia sin cerebro, como sonríe la tonta, como se cree todo lo que le dice, yo también me lo creía. Cinco años, creí a ese granuja, yo también sonreía así. Ahora me creen ellos a mí cuando les sonrió, cuando les digo que tengo ganas de echar un polvo, vienen como cachorritos a por la leche de mama, y les doy leches. Sé que soy guapa, todos me lo dicen, se quedan allí mirándome, se les caen las babas por meter el pescuezo entre mis piernas, tal vez al próximo le enseñare las bragas para que se lleve un buen recuerdo, me lo pensare, tengo en casa un buen pedazo de imbécil esperándome, seguro que habrá encendido las velas, este es de esos, que se creen románticos.

Pero me demoraré, que espere, que disfrute de su estupidez un poco más, me excito solo con ver en sus ojos el miedo. Es lo que vio Martin cinco años en mis ojos, pero ya no. Ya no tengo miedo, ellos lo tendrán.  Voy a disfrutar leyendo y tomando un buen café, tal vez fumare un cigarrillo, ¿por qué no?, no voy a negarme ningún caprichito, además, aquí en esta cafetería, el camarero se cree Adonis, puede que sea el siguiente en la lista, siempre que me ve se  acerca sonriendo, hinchándose como un pavo, anda que te hincharas si caes en mis manos, ya caerás tu también, ya se tu repertorio, si lo usas con todas, igual que Martin. Aquí fue donde lo apuñalaron, en la entrada, pareció pelea callejera, pero no lo fue. Yo lo sé, pero nadie más, todos los que lo sabían lo siguieron, no me gusta dejar ningún cabo suelto. He pedido ayuda a un par de mamarrachos, les dije cuanto sufría de sus maltratos, les prometí dinero,  tenía que parecer que se peleaban entre ellos y que a él lo apuñalaron por error. Luego huyeron a mi casa para darme la noticia y les pague, pero no con dinero…, no los necesitaban allá a donde iban. Tenían que pagar todos, antes me observaban con desprecio, algunos con pena cuando me veían el ojo morado, cuchicheaban a mis espaldas, pero los silenciare, ahora soy hermosa. Lo sé. Y Arturo, parece distinto, es todo lo que hubiera querido de un hombre alguna vez, pero ya no. Ahora lo único que me hace feliz es verlos sufrir, retorcerse, humillarlos, observar cómo pasan de placer a estupefacción, al horror de saber que todo acabaría para ellos, eso le hare a Arturo, y disfrutare. Como he disfrutado de cada uno de ellos, menos con Martin, no vi su mirada cuando su vida se apagaba. Ya se acerca el Adonis, me mostrare amable, a lo mejor aceptaré hasta una cita, una lástima de ese rostro tan bonito…, Arturo me está esperando, que espere, si supiera lo que aguarda…, con velas encendidas y con cava…, bueno lo de las velas es muy acertado, le iluminaran el camino.

 

 

La mente que se abre a una nueva idea, jamas volverá a tener el tamaño original