ARES
Olimpo
—Pido clemencia mi señor,
es joven, perdónenle la vida.
Ares contempló la anciana
arrodillada a sus pies desde el trono
dorado de su templo. No
perdonaría la vida de ningún humano traidor, todos eran iguales.
—Levántate y desaparece
de mi vista, humana —dijo él con tono aburrido. Tu hijo ha desafiado a los
dioses y pagará por ello.
—Han asesinado a su hermano,
estaba cegado de dolor —dijo la anciana sollozando.
Ares hizo un movimiento
de muñeca ordenando a sus esclavos humanos librarle de tal molesta compañía.
El rostro surcado del
paso de los años y de lágrimas amargamente derramadas se endureció. Levantó su
fría mirada hacia el dios de la guerra y le echó encima un frasco de polvos
recogidos de las tumbas de los caídos.
En el lugar en el que antes estaba la anciana, ahora se alzaba su
hermosa madre contemplándolo con dolor y tristeza.
—Te destierro hijo mío,
tu maldad no tiene límites. Tu vacio corazón lo alimentas con odio, siembras
dolor, tristeza y lagrimas a tu paso. Tendrás que encontrar una persona pura,
limpia y bondadosa. Tendrás que conocer el amor, el dolor y el sacrificio.
Tendrás que perdonarte a ti mismo por el daño que has hecho. Te despojo de tus
poderes, vivirás entre los mortales. Cuando amaras y serás amado, te devolveré
lo que te quitado. Adiós hijo mío.
Cogió el frasco, lo dejó caer en el mundo que
mas despreciaba su hijo, y se echo a llorar.
Laura necesitaba
urgentemente un hombre. Un hombre de verdad, no de aquellos que en diez minutos
te cuentan las historias de sus vidas, todos sus éxitos y fracasos. Con veintisiete años no había dejado a ningún
hombre probar de su fruto prohibido. Laura esperaba sentir aquel hormigueo en
el estomago, aquellas mariposas de las
que leía en los libros. Entró en el parque y suspirando se sentó en un banco
encendiéndose un cigarrillo. <<El problema lo tengo yo>>-pensó
observando los niños jugando con una pelota. El que su reacción habitual ante
un representante del sexo opuesto consistiera en poner malas caras y contestar
apenas con gruñidos, tampoco la ayudaba en su búsqueda. Recordó su última cita,
David, un tipo bastante atractivo que hasta le había traído una rosa. Al verlo
entrar en el restaurante se dijo<<a lo mejor es la abeja que recogerá mi
miel>>, hasta que el empezó a contarle con lujo de detalles como fue su
corto matrimonio con una mujer maravillosa que se dio cuenta que no quiere
estar casada después de la luna de miel. Le dijo casi lloriqueando que la ama y
que no puede imaginar su vida sin ella. Un golpe en la cabeza la sobresaltó y
se levantó con brusquedad. Paseó la mirada por alrededor, algún diablillo,
pensó apretando los puños. No era que no le gustasen los niños pero algunos
eran unos verdaderos duendecillos de las travesuras. Se percató de que estaba
sola y se llevó una mano a la cabeza. Dolía. Cuando bajó la mirada vio a sus
pies un objeto pequeño que echaba suaves destellos. Lo levantó y lo observó con
curiosidad. Parecían polvos de distintos tonos pensó. Quiso tirarlo pero sin
saber por qué, lo metió en el bolso. Eran las diez de la noche, no eran horas
de pasear por la playa decidió. Dejaría las fotos para el fin de semana
siguiente. A sus padres les daría un ataque cuando se enterrarían que había
dejado el trabajo en aquellas aburridas oficinas de abogados. Para trabajar en
una cafetería. Y para escribir. Siempre
había sido la niña mimada de sus padres y el saco de boxeo de sus hermanos,
ahora que vivía sola, por fin, podría probar trabajos, cursos, y muchas cosas
más, hasta que decidiría lo que quería. Llegó a su apartamento y su corazón dio
un vuelco de excitación. Sonrió al contemplar el mar desde su ventana. Se quitó
los zapatos y se sirvió una copa de vino. Escuchó los mensajes del contestador,
su madre no se hacia la idea de que su pequeña palomita tenia veintiséis años.
Su padre y sus hermanos seguían preocupados porque ella vivía tan lejos de
ellos. A trescientos kilómetros. Sacó el frasquito que se le cayó del cielo en
la cabeza y se dijo que era muy hermoso. Cogió el mando de la tele, y sin
querer derramó el frasquito en el suelo. Lo levantó y frunció el cejo. Hubiera
jurado que aquello gimió. Se sacudió tan estúpida idea y se dirigió a la
cocina, preparó una ensalada y volvió a la sala de estar. Se sirvió otra copa
de vino y se le escapó de la mano.
¿El frasco se movió?
— ¡Madre! ¡Libérame!
Laura dejo escapar un
jadeo y se apartó de la mesa.
— ¡Madre! ¡Es inadmisible
tal ofensa!
¡Joder! El frasquito…
¿acaba de hablar? sacudió la cabeza con fuerza y se estremeció cuando oyó un
gruñido.
—Esta debe ser una
broma—dijo ella voz alta, sus traviesos hermanos habrán puesto una cámara
oculta, de alguna manera se han colado en su casa. Pues claro que era eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario