—Mi nombre es Ares —dijo
el alzando el mentón.
— ¡Venga ya! Yo soy
Atenea —dijo ella con sarcasmo.
—Imposible, eres humana,
puedo sentirlo —abrió mucho los ojos —habéis prestado el nombre de los dioses,
¡por Zeus, cual sacrilegio!
¿De verdad se creía lo
que decía? Era chiflado, o… pero… había salido de una botella. ¡Joder! Se
estaba volviendo majareta. Completamente.
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