el amor

El amor nace con una sonrisa, crece con un beso y se muere con una lagrima.

sábado, 25 de marzo de 2017


 
                                                ARES PARTE II
— ¿Quien anda allí? —preguntó con la boca seca.

— ¡Oh, tu insignificante criatura, libérame!

Ella dio un paso atrás y se cayó de culo.

—Martin, si sois vosotros os comeré el hígado, lo juro.

El frasquito tembló y Laura escuchó una carcajada. Abrió mucho los ojos e intentó hablar pero se le atragantó la voz.

—Libérame humana, y te colmare de riquezas —dijo el frasco con tono meloso.

— ¿Por qué no sales  tu mismo de donde te escondes?— Era un truco, uno malditamente conseguido.

Laura se incorporó y se mantuvo alejada del frasquito hablador.

—Humana, libérame, te lo ruego —suplicó la cosa.

Laura cogió con mucho cuidado el frasquito de polvos brillantes y la zarandeó.

—La ira de los dioses caerá sobre ti —gritó la voz.

— ¿Anda ya, porque no te callas?

— ¿Qué precio deseas para liberarme? Puedo concederte todo cuanto desees. Ahogó un grito y se quedo inmóvil. ¿De verdad estaba hablando con un frasquito? ¿Y si le seguía la corriente? Sus hermanos se reirían de ella lo que le quedaba de vida.

— ¿Dónde estás? ¿Por qué no puedo verte?

— ¡Quita el tapón, mujer! —ordenó la cosa.

Bueno, si estoy loca, no pasará nada, si son mis hermanos, se estarán partiendo de risa, si estoy soñando, tampoco pasará nada, pensó mientras quitaba el tapón del frasquito hablador. Un humo azul envolvió todo el salón y un rugido de furia hizo temblar las paredes. Laura gritó y quiso apartarse pero por la segunda vez se golpeó de la silla de la sala de estar y se cayó.

— ¡Mierda! —intentó incorporarse y al levantar la mirada se atragantó. Frente a ella había un hombre mirándola con los brazos cruzados.

— ¡Joder! —susurró con los ojos muy abiertos.

—Levántate humana, permíteme contemplarte —dijo con una voz que la estremeció hasta la punta de los pies. La voz del frasquito de polvos brillantes.

— ¿Qué truco es este? —Preguntó ella incapaz de moverse —Ya podéis salir cabrones, me lo vais a pagar —masculló entre dientes.

El hombre gruñó y dio un paso hacia ella. Laura se levantó con brusquedad y se echó un paso atrás hasta que sintió la mesa del salón a sus espaldas. Cogió el jarrón y lo apretó con fuerza.

— ¡No te acerques ni paso más, gilipollas! —masculló ella blandiendo el jarrón.

Él echó la cabeza hacia atrás y lanzó una carcajada. Madre de Dios bendito ¡qué guapo era! Llevaba una especie de armadura de color plateado, unos pantalones negros de cuero, encima de un cuerpo de dos metros de altura, y unos músculos que le secaron la boca. Lo que la hizo temblar todavía más era su enorme espada Se relajó pero solo un poquito. Era un sueño. Hombres así no existían en realidad, era el prototipo creado de su imaginación. El hombre se paso una mano por el pelo dorado que le tapaba los ojos y Laura se quedo sin aire.  Ningún hombre tenía derecho de poseer semejante belleza seguida de un cuerpo así… era peligro público para la salud mental de cualquier mujer. Rasgos esculpidos, pómulos altos, mandíbula firme, seguidos por unos musculosos brazos exhibiendo bíceps poderosos duros como rocas, un abdomen por el que los modelos de las portadas de novelas románticas matarían, todo cubierto por una aterciopelada piel bronceada. Y los labios decadentemente llenos que invitaban a ser… ¿pero qué demonios hacia ella allí delante de un desconocido fantaseando con sus indecentes labios?

— ¿Cuál es tu nombre, humana? —preguntó el con tono autoritario.

—Oye tío, no paras de llamarme humana, ¿Qué eres, extraterrestre? —siseó ella.

— ¿Cómo te atreves compararme con semejantes criaturas? Te perdono la insignificante vida por haberme liberado de tal inconfortable prisión, pero no juegues con tu suerte —ladró él.

—Qué me perdonas la insignificante… ¿pero quién te crees que eres, gilipollas? ¿Qué tal si sacas tu sucio trasero de mi casa? —chilló ella blandiendo el jarrón.

—Tu descaro me sorprende pequeña criatura —dijo el frunciendo el cejo, deberías arrodillarte frente a mí.

— ¿Qué tal si me besas el culo? —masculló ella entre dientes.

—Cesa tus juegos humana y dime cuál es tu nombre —ordenó el paseando la mirada por alrededor.

—Dímelo tu primero, esta es mi casa y el intruso eres tú.

—Mi nombre es Ares —dijo el alzando el mentón.

— ¡Venga ya! Yo soy Atenea —dijo ella con sarcasmo.

—Imposible, eres humana, puedo sentirlo —abrió mucho los ojos —habéis prestado el nombre de los dioses, ¡por Zeus, cual sacrilegio!

¿De verdad se creía lo que decía? Era chiflado, o… pero… había salido de una botella. ¡Joder! Se estaba volviendo majareta. Completamente.

—Digamos que te llamas Ares, ¿cuál es el truco del frasquito?

—Mi adorada madre me ha desterrado de mi templo. Debo pagar por mis crímenes —dijo él con tono aburrido.

¡Mierda, es un asesino! ¡Joder, Laura! ¿Cómo consigues meterte en semejantes líos?

— Crímenes…, eh, ¿Qué crímenes?

—He castigado la desobediencia y el desafío. Nadie debe atreverse desafiar a un dios.

¡Y ahora se cree un dios! ¡Por Jesús María y José! ¿Saldría viva de esta?

— ¿Y quién es eh… tu madre? —preguntó Laura con la boca seca.

—Soy hijo de Zeus y Hera muchacha, y este interrogatorio debe cesar. ¿Cuál es tu nombre?

—Laura Aguirre —dijo ella observándole cautelosa.

—Mi estomago demanda alimento, tendré necesidades humanas hasta que mi madre levantará mi castigo —dijo él con una mueca de fastidio.

—Entonces si te parto el cráneo con esto… ¿te hare daño, verdad? —preguntó ella mostrándole el jarrón.

Ares torció sus labios en una fina sonrisa.

—Supongo que sí, pero no de tal magnitud que no pueda castigarte.

En un instante, él estuvo a su lado con un dedo enroscado en su pelo.

—Hueles muy bien para ser una humana —dijo el pasando un dedo por su mejilla. Laura sintió una corriente eléctrica recorriéndola hasta los dedos de los pies. Estaba como un queso y ella quería un mordisco. Sus rodillas se volvieron de gelatina cuando las manos del chiflado se cerraron sobre uno de sus pechos. Jadeo y entreabrió los labios cuando el bajo la cabeza hacia ella mirándolo, incapaz de moverse. El jarrón se cayó al suelo con un golpe seco y ella se sobresaltó. Le propinó un rodillazo entre las piernas del gigante y el lanzó un rugido. La agarró de la cintura y tomó posesión de sus labios con brusquedad. Laura vio relámpagos y oyó truenos, estrellas relucientes y fuego de artificios. Su cuerpo estaba en llamas y lo único que deseaba era que el apagase el fuego. No, ¿pero qué haces cambiando saliva,  con un desconocido que salió de una botella? Sus hormonas protestaron cuando ella se apartó del magnífico Aladino ¡Como besaba!

El soltó una carcajada y ella se dijo que el tío parecía un  dios griego de verdad.

—Pronto pequeña, estarás rogando que te tomé. Gritaras mi nombre mientras lameré cada pulgada de tu deliciosa piel.

—Cerdo arrogante, no vuelvas a tocarme.

Ares se sentía intrigado por aquella criatura. Nunca antes había sentido tal necesidad de tomar una humana. Cuando la vio en el suelo mirándolo con aquellos ojos verdes jade enmarcados por unas espesas pestañas, con las piernas desnudas, y con una prenda minúscula tapando sus apetitosos pechos, su cuerpo se sacudió. Ella se levantó de pie y él pudo contemplar sus formas redondeadas, su pequeña cintura y su cuerpo esbelto y frágil. El había tomado muchas humanas pero ninguna hizo que le hirviera la sangre como aquella descarada muchacha de cabellos color fuego. Ni siquiera las Cárites consiguieron que su cuerpo responda de aquella forma salvaje y brutal. Pero sabía que los humanos no eran de fiar.

—Oh muchacha, rogarás que te toque. Ahora muéstrame la salida.

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