ARES PARTE III
¡Oh dios, se iba a
marchar! Una chica lista le golpearía en la cabeza con un objeto muy duro y lo
ataría a su cama.
Ella le mostró la puerta
de la salida y él desplegó una sonrisa arrogante.
Cuando abrió la puerta se
encontró con una barrera invisible que no le permitía salir.
Debes permanecer junto a ella, solo ella podrá mostrarte
su mundo. De ella aprenderás lo que es la humildad.
La voz de su madre sonó
en su cabeza y Ares lanzó un alarido de furia.
Laura se quedo inmóvil
con los ojos fijos en la puerta. ¿De donde había salido aquella voz de mujer,
que se parecía a una música de coro de iglesia?
—Muéstrame mis aposentos
—ladró Ares.
—Pero… no puedes quedarte
en mi casa —dijo ella con voz entrecortada.
—Debo permanecer junto a
ti criatura, ¿es que no lo entiendes? —bramó tensando cada fibra de su cuerpo.
—Pues no me hace ninguna
gracia cargar con un cerdo `presumido como tu —siseó Laura — ¡si tienes que
quedarte en mi casa lo harás según mis normas!
El entornó los ojos y los
clavó en ella echando chispas de hielo.
No tientes demasiado tu
suerte se dijo cuando vio el rostro de Ares desencajado de furia.
—Sígueme —con voz fría,
tenía a un dios de la guerra en su casa, salido de un frasquito que… vaya… cayó
del cielo en su cabeza. Maldita la hora en que lo metió en su bolso.
Abrió la puerta de la
habitación de invitados que hasta ahora nunca necesitó.
—Dormirás aquí —le dijo
mirándolo de reojo.
El barrió la estancia con
la mirada e hizo una mueca de fastidio.
—Es pequeña, pero
servirá, prepara una tina, necesito que limpies mi cuerpo.
—Oh, eso sí que es
pasarse de la raya. La ducha esta por allí, puedes lavar tu mierda solo.
—Un dios de mi rango no
se lava solo —protestó el.
—En mi casa no eres más
que un genio salido de la nada, así que te lavas solo o te jodes.
— ¿Donde está la dicha
ducha? —gruño entornado los ojos.
Laura bufó y se dirigió
al cuarto de baño. Abrió los grifos maldiciendo en voz baja. Cuando se volvió
para salir se dio de narices con el pecho duro y musculoso de Ares. Él desplegó
una sonrisa seductora haciéndola imaginarse junto a él bajo el agua.
—Allí tienes toallas
—murmuró ella con la garganta seca y salió corriendo.
Te has
metido en un buen lio, se dijo mirando hacia la puerta cerrada del baño. Te las
has arreglado para sacar un duende de un frasquito y ahora tienes a la
perfección masculina en tu casa, en tu ducha. Se tocó los labios que aun
guardaban el sabor del hombre que la había besado. Era todo lo que ella había
imaginado alguna vez y pensó por un instante que sus deseos habían tomado
forma. Salvaje, arrogante, peligrosamente atractivo, presumido y algo oscuro.
Era la perfección. Parpadeó varias veces, ¡tenía un dios del Olimpo en su
ducha!
Se
sirvió otra copa de vino y se sentó en el sofá dándole vueltas a los últimos
acontecimientos. Mantuvo una conversación con una botellita, que por alguna
razón picó del cielo en su cabeza, a continuación libró a un dios del sexo
arrogante y tan guapo que le quitaba el
hipo, y la había besado. ¡Ah! Y le prometió lamer cada centímetro de su piel.
Se estremeció y sintió que se le humedecían las bragas. Algo nuevo, teniendo en
cuenta de que sus citas la
consideraban de hielo.
—Un invento muy peculiar
el de tu ducha humana —dijo Ares a sus espaldas.
Ella se volvió y se
atragantó. El agua caía de su pelo desatado que le llegaba más debajo
de los hombros y caía por su pecho. Los músculos de su pecho se flexionaron
cuando levantó una mano para quitarse el agua de la cara. Una gota de agua
mantuvo su atención mientras descendía por su pecho cubierto de pelo negro
hasta su duro estómago y elegante cintura y desparecía en… ¡ohhh, pero si
estaba completamente desnudo! Laura abrió la boca y la volvió a cerrar incapaz
de quitar su mirada de tal vista. Había visto cierta parte de la anatomía de
los hombres en películas pero esto era… enorme.
— ¿Por qué estas
temblando muchacha? Los humanos están creados igual que yo.
Ya quisieran ellos pensó
mientras se levantaba de un salto.
—Pues la verdad es que no
estoy muy acostumbrada ver un hombre desfilando desnudo por mi casa, así que
vístete.
—No puedo humana, mis
ropas están empapadas.
— ¿Te has duchado
vestido? Busca una sabana por dios —se mojó los labios y tragó saliva. Era
incapaz de quitar sus traidores ojos de semejante vista. Su mirada descendió
por el esculpido cuerpo hasta su abdomen que parecía un pack de cervezas. Tenía
los fuertes brazos cruzados sobre el pecho mirándola con diversión y Laura
sintió un nudo en la garganta. ¿Por qué sonreía así?
—Necesito que laves mi
ropa y demando alimento —dijo él con tono autoritario.
—Lavar tu ropa… ¿pero por
quien me has tomado? Podrías pedírmelo con educación pero… déjalo.
—Muchacha obstinada,
tendrás que obedecerme —Ares dio un paso hacia ella y Laura le fulminó con la
mirada. Se dirigió a su dormitorio y buscó unos pijamas de las que su hermano
se dejaba en su casa. Le vendría apretada pero lo prefería.
El la siguió por el
estrecho pasillo que de repente estaba demasiado pequeño para los dos. Encendió
la luz de su dormitorio y la sobresaltó un rugido.
— ¡Maldición,
resplandece!
— ¿En Olimpo no hay luces?
—se sorprendió ella.
El gruño por respuesta y
pensó que los humanos no eran dignos de
saber cosas de su reino.
La obstinada muchacha le
hacía hervir la sangre por alguna razón que no entendía. Le irritaba con su
mirada felina y sus cabellos tono fuego con destellos dorados, y aquellas
curvas que despertaban todos sus sentidos. A su parecer, su madre le había
castigado muy duro enviándolo entre humanos, él era por encima de ellos, era un
Dios. Su deber era castigar a los que les desafiaban. Pero aquella humana era
la peor de todos, obstinada, desvergonzada y desafiante. Una mezcla que no le
hacía ninguna gracia. Irritado la siguió hasta sus aposentos y la miró con el
ceño fruncido. Era muy hermosa, una belleza que los humanos no deberían poseer,
valiente y agresiva. Una combinación que le calentaba la sangre.
Laura sentía su
respiración en el cogote. Buscó el pijama de su hermano y se volvió hacia él.
Se esforzó por mirarle en los ojos, no bajes la mirada, no la bajes, se ordenó.
—Debes ponerte esto, te
espero en la cocina —dijo con tono frio —. Preparare algo de comer — ¿Qué comen
los dioses? Se preguntó mientras se dirigía a la cocina. Debía comportarse como
una verdadera anfitriona pero… ¿cómo podía una pensar con claridad cuando su
invitado era un dios salido de una botella? Y ¡que dios y que cuerpazo! Eso
estaba muy malo para su salud mental. Entró en la cocina y metió un plato de
guiso de ternera en microondas, se sirvió una copa de vino y decidió pasar de
la cena. Su ensalada de tomates y pepinos se le quedaría atascada en la
garganta. Cuando apareció Ares en la cocina contuvo una sonrisa. El pijama de
su hermano estaba tenso sobre sus músculos y apostaba un riñón que se rompería
con cualquier movimiento brusco. Él le lanzó una mirada desafiante y se sentó
dándose aires de superioridad.
— ¿No me acompañas?
—gruñó el mirando el plato de comida que olía deliciosamente bien.
—No tengo apetito,
¿quieres vino?
—Se agradece —asintió él.
Comenzó a comer con unos
movimientos elegantes de realeza, soltó un pequeño gruñido.
—Esta bueno, cocinaras para
mí —dijo satisfecho.
Laura le fulminó con la
mirada.
—Tendré que ponerte al
día con unos cuantos detalles —masculló entre dientes —estas en mi casa y da la
casualidad que en esta época las mujeres no obedecemos los hombres, tenemos
cerebro, cosa que no puedo decir de muchos de vuestra especie, cocinaré y
limpiaré tu mierda solo si me apetece, no puedes darme ordenes en mi propia
casa.
—Eres una insignificante
humana y harás lo que yo diga, no puedes compararme con los inútiles hombres de
tu mundo.
—Pues para mi eres un
salvaje prepotente, un patán y un imbécil. Y como te alojas en mi casa tendrás
que cumplir ciertas normas —Laura se tomó el vino de un solo trago y le clavó con los ojos —.Por
alguna maldita razón has aterrizado en mi casa, en mi vida y tendré que
apechugar contigo, no me hace mucha gracia pero si tenemos que convivir será
mejor que cambies tu comportamiento de yo-soy-el-macho-oh-tu-mujer-inútil. Y
como sigas diciéndome humana te pateare las putas pelotas. ¿Está claro?
Ares tensó la mandíbula y
apretó los puños con fuerza. Se sostuvieron la mirada por unos instantes cuando
una suave risa inundo la cocina.
—No olvides hijo mío, debes aprender a controlar tu
soberbia.
Ares se levantó con
brusquedad y paseó la mirada por alrededor mientras Laura se quedo
boquiabierta.
—Devuélveme mis poderes
madre, esta broma debe cesar.
—Tienes el poder suficiente para sobrevivir entre
los humanos hijo mío, úsalo con sabiduría.
— ¡Madre! —tronó Ares.
— ¿Qué has hecho para que
te castigue de esta manera? —preguntó Laura con la garganta seca.
—Castigar a los humanos,
torturar aquellas criaturas que…
—Eh… ¿has matado gente?
—preguntó ella agrandando los ojos.
— ¿Por quién me tomas?
Ellos de encargan de poner fin a sus insignificantes vidas, yo les proporciono
un pequeño empujón. Soy el dios de la guerra. Un humano me ha desafiado en la
lucha cuerpo a cuerpo, ha retado a un dios en un duelo, no podía permitir
semejante desafío.
—Entonces empujas la
gente a matarse entre ellos…
—Es divertido —sonrió él
con malicia.
—Eres idiota, ¿Qué
pasaría si tu gente se mataría entre ellos? —Laura sintió que le martilleaba la
cabeza — ¿qué le has hecho al humano para que quiera tu cabeza?
—No es de tu incumbencia
muchacha, ahora retirémonos a nuestros aposentos.
—Te retiraras tú al tuyo.
Yo iré al mío.
El sonrió, y Laura sintió
que le flaqueaban las piernas. Resistirse a aquel cerdo prepotente era un
verdadero desafío. Arrogante, prepotente, soberbio y endemoniadamente guapo.
Sabía que si la tocaba una vez más le arrancaría la ropa y se dejaría llevar al
paraíso o donde fuera que él la llevase.
—Que descanses —dijo ella
dándole la espalda —Sabes dónde está tu cuarto, hasta mañana.
Él desplegó una oscura
sonrisa y sus ojos de hielo brillaron divertidos. La muchacha le deseaba, el
derribaría sus defensas y la tendría. Se enteraría entre sus muslos y la haría
suplicar por más. Ninguna muchacha humana u inmortal había resistido a sus encantos.
Por un instante le pareció ver deseo en su mirada y cuando la tuvo pegada a su
cuerpo, él sintió el fuego de la pasión en sus labios, en su aroma.
—Como gustes muchacha
—dijo Ares ladeando la cabeza. —Será divertido conquistarla, le gustaban los
desafíos. La observó salir de la cocina y dirigirse a sus aposentos, decidió
hacer lo mismo. La muchacha cerró la puerta y Ares sonrió. Muy pronto estaría
con ella en su cama y la haría temblar bajo sus caricias. Se dirigió al cuarto
que le había asignado la muchacha y se extrañó al recordar que ella no tenia
protector. Se quitó aquellas ropas que
estrujaban sus partes, se tendió en el lecho pensativo y se tensó al
sentir un cosquilleo en la nuca.
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