el amor

El amor nace con una sonrisa, crece con un beso y se muere con una lagrima.

domingo, 26 de marzo de 2017


                                                         ARES PARTE III
 ¡Oh dios, se iba a marchar! Una chica lista le golpearía en la cabeza con un objeto muy duro y lo ataría a su cama.

Ella le mostró la puerta de la salida y él desplegó una sonrisa arrogante.

Cuando abrió la puerta se encontró con una barrera invisible que no le permitía salir.

Debes permanecer junto a ella, solo ella podrá mostrarte su mundo. De ella aprenderás lo que es la humildad.

La voz de su madre sonó en su cabeza y Ares lanzó un alarido de furia.

Laura se quedo inmóvil con los ojos fijos en la puerta. ¿De donde había salido aquella voz de mujer, que se parecía a una música de coro de iglesia?

—Muéstrame mis aposentos —ladró Ares.

—Pero… no puedes quedarte en mi casa —dijo ella con voz entrecortada.

—Debo permanecer junto a ti criatura, ¿es que no lo entiendes? —bramó tensando cada fibra de su cuerpo.

—Pues no me hace ninguna gracia cargar con un cerdo `presumido como tu —siseó Laura — ¡si tienes que quedarte en mi casa lo harás según mis normas!

El entornó los ojos y los clavó en ella echando chispas de hielo.

No tientes demasiado tu suerte se dijo cuando vio el rostro de Ares desencajado de furia.

—Sígueme —con voz fría, tenía a un dios de la guerra en su casa, salido de un frasquito que… vaya… cayó del cielo en su cabeza. Maldita la hora en que lo metió en su bolso.

Abrió la puerta de la habitación de invitados que hasta ahora nunca necesitó.

—Dormirás aquí —le dijo mirándolo de reojo.

El barrió la estancia con la mirada e hizo una mueca de fastidio.

—Es pequeña, pero servirá, prepara una tina, necesito que limpies mi cuerpo.

—Oh, eso sí que es pasarse de la raya. La ducha esta por allí, puedes lavar tu mierda solo.

—Un dios de mi rango no se lava solo —protestó el.

—En mi casa no eres más que un genio salido de la nada, así que te lavas solo o te jodes.

— ¿Donde está la dicha ducha? —gruño entornado los ojos.

Laura bufó y se dirigió al cuarto de baño. Abrió los grifos maldiciendo en voz baja. Cuando se volvió para salir se dio de narices con el pecho duro y musculoso de Ares. Él desplegó una sonrisa seductora haciéndola imaginarse junto a él bajo el agua.

—Allí tienes toallas —murmuró ella con la garganta seca y salió corriendo.

Te has metido en un buen lio, se dijo mirando hacia la puerta cerrada del baño. Te las has arreglado para sacar un duende de un frasquito y ahora tienes a la perfección masculina en tu casa, en tu ducha. Se tocó los labios que aun guardaban el sabor del hombre que la había besado. Era todo lo que ella había imaginado alguna vez y pensó por un instante que sus deseos habían tomado forma. Salvaje, arrogante, peligrosamente atractivo, presumido y algo oscuro. Era la perfección. Parpadeó varias veces, ¡tenía un dios del Olimpo en su ducha!

Se sirvió otra copa de vino y se sentó en el sofá dándole vueltas a los últimos acontecimientos. Mantuvo una conversación con una botellita, que por alguna razón picó del cielo en su cabeza, a continuación libró a un dios del sexo arrogante y tan guapo que  le quitaba el hipo, y la había besado. ¡Ah! Y le prometió lamer cada centímetro de su piel. Se estremeció y sintió que se le humedecían las bragas. Algo nuevo, teniendo en cuenta de que sus citas la consideraban de hielo.

—Un invento muy peculiar el de tu ducha humana —dijo Ares a sus espaldas.

Ella se volvió y se atragantó. El agua caía de su pelo desatado que le llegaba más debajo de los hombros y caía por su pecho. Los músculos de su pecho se flexionaron cuando levantó una mano para quitarse el agua de la cara. Una gota de agua mantuvo su atención mientras descendía por su pecho cubierto de pelo negro hasta su duro estómago y elegante cintura y desparecía en… ¡ohhh, pero si estaba completamente desnudo! Laura abrió la boca y la volvió a cerrar incapaz de quitar su mirada de tal vista. Había visto cierta parte de la anatomía de los hombres en películas pero esto era… enorme.

— ¿Por qué estas temblando muchacha? Los humanos están creados igual que yo.

Ya quisieran ellos pensó mientras se levantaba de un salto.

—Pues la verdad es que no estoy muy acostumbrada ver un hombre desfilando desnudo por mi casa, así que vístete.

—No puedo humana, mis ropas están empapadas.

— ¿Te has duchado vestido? Busca una sabana por dios —se mojó los labios y tragó saliva. Era incapaz de quitar sus traidores ojos de semejante vista. Su mirada descendió por el esculpido cuerpo hasta su abdomen que parecía un pack de cervezas. Tenía los fuertes brazos cruzados sobre el pecho mirándola con diversión y Laura sintió un nudo en la garganta. ¿Por qué sonreía así?

—Necesito que laves mi ropa y demando alimento —dijo él con tono autoritario.

—Lavar tu ropa… ¿pero por quien me has tomado? Podrías pedírmelo con educación pero… déjalo.

—Muchacha obstinada, tendrás que obedecerme —Ares dio un paso hacia ella y Laura le fulminó con la mirada. Se dirigió a su dormitorio y buscó unos pijamas de las que su hermano se dejaba en su casa. Le vendría apretada pero lo prefería.

El la siguió por el estrecho pasillo que de repente estaba demasiado pequeño para los dos. Encendió la luz de su dormitorio y la sobresaltó un rugido.

— ¡Maldición, resplandece!

— ¿En Olimpo no hay luces? —se sorprendió ella.

El gruño por respuesta y pensó que los humanos no eran dignos de  saber cosas de su reino.

La obstinada muchacha le hacía hervir la sangre por alguna razón que no entendía. Le irritaba con su mirada felina y sus cabellos tono fuego con destellos dorados, y aquellas curvas que despertaban todos sus sentidos. A su parecer, su madre le había castigado muy duro enviándolo entre humanos, él era por encima de ellos, era un Dios. Su deber era castigar a los que les desafiaban. Pero aquella humana era la peor de todos, obstinada, desvergonzada y desafiante. Una mezcla que no le hacía ninguna gracia. Irritado la siguió hasta sus aposentos y la miró con el ceño fruncido. Era muy hermosa, una belleza que los humanos no deberían poseer, valiente y agresiva. Una combinación que le calentaba la sangre.

Laura sentía su respiración en el cogote. Buscó el pijama de su hermano y se volvió hacia él. Se esforzó por mirarle en los ojos, no bajes la mirada, no la bajes, se ordenó.

—Debes ponerte esto, te espero en la cocina —dijo con tono frio —. Preparare algo de comer — ¿Qué comen los dioses? Se preguntó mientras se dirigía a la cocina. Debía comportarse como una verdadera anfitriona pero… ¿cómo podía una pensar con claridad cuando su invitado era un dios salido de una botella? Y ¡que dios y que cuerpazo! Eso estaba muy malo para su salud mental. Entró en la cocina y metió un plato de guiso de ternera en microondas, se sirvió una copa de vino y decidió pasar de la cena. Su ensalada de tomates y pepinos se le quedaría atascada en la garganta. Cuando apareció Ares en la cocina contuvo una sonrisa. El pijama de su hermano estaba tenso sobre sus músculos y apostaba un riñón que se rompería con cualquier movimiento brusco. Él le lanzó una mirada desafiante y se sentó dándose aires de superioridad.

— ¿No me acompañas? —gruñó el mirando el plato de comida que olía deliciosamente bien.

—No tengo apetito, ¿quieres vino?

—Se agradece —asintió él.

Comenzó a comer con unos movimientos elegantes de realeza, soltó un pequeño gruñido.

—Esta bueno, cocinaras para mí —dijo satisfecho.

Laura le fulminó con la mirada.

—Tendré que ponerte al día con unos cuantos detalles —masculló entre dientes —estas en mi casa y da la casualidad que en esta época las mujeres no obedecemos los hombres, tenemos cerebro, cosa que no puedo decir de muchos de vuestra especie, cocinaré y limpiaré tu mierda solo si me apetece, no puedes darme ordenes en mi propia casa.

—Eres una insignificante humana y harás lo que yo diga, no puedes compararme con los inútiles hombres de tu mundo.

—Pues para mi eres un salvaje prepotente, un patán y un imbécil. Y como te alojas en mi casa tendrás que cumplir ciertas normas —Laura se tomó el vino de un  solo trago y le clavó con los ojos —.Por alguna maldita razón has aterrizado en mi casa, en mi vida y tendré que apechugar contigo, no me hace mucha gracia pero si tenemos que convivir será mejor que cambies tu comportamiento de yo-soy-el-macho-oh-tu-mujer-inútil. Y como sigas diciéndome humana te pateare las putas pelotas. ¿Está claro?

Ares tensó la mandíbula y apretó los puños con fuerza. Se sostuvieron la mirada por unos instantes cuando una suave risa inundo la cocina.

—No olvides hijo mío, debes aprender a controlar tu soberbia.

Ares se levantó con brusquedad y paseó la mirada por alrededor mientras Laura se quedo boquiabierta.

—Devuélveme mis poderes madre, esta broma debe cesar.

—Tienes el poder suficiente para sobrevivir entre los humanos hijo mío, úsalo con sabiduría.

— ¡Madre! —tronó Ares.

— ¿Qué has hecho para que te castigue de esta manera? —preguntó Laura con la garganta seca.

—Castigar a los humanos, torturar aquellas criaturas que…

—Eh… ¿has matado gente? —preguntó ella agrandando los ojos.

— ¿Por quién me tomas? Ellos de encargan de poner fin a sus insignificantes vidas, yo les proporciono un pequeño empujón. Soy el dios de la guerra. Un humano me ha desafiado en la lucha cuerpo a cuerpo, ha retado a un dios en un duelo, no podía permitir semejante desafío.

—Entonces empujas la gente a matarse entre ellos…

—Es divertido —sonrió él con malicia.

—Eres idiota, ¿Qué pasaría si tu gente se mataría entre ellos? —Laura sintió que le martilleaba la cabeza — ¿qué le has hecho al humano para que quiera tu cabeza?

—No es de tu incumbencia muchacha, ahora retirémonos a nuestros aposentos.

—Te retiraras tú al tuyo. Yo iré al mío.

El sonrió, y Laura sintió que le flaqueaban las piernas. Resistirse a aquel cerdo prepotente era un verdadero desafío. Arrogante, prepotente, soberbio y endemoniadamente guapo. Sabía que si la tocaba una vez más le arrancaría la ropa y se dejaría llevar al paraíso o donde fuera que él la llevase.

—Que descanses —dijo ella dándole la espalda —Sabes dónde está tu cuarto, hasta mañana.

Él desplegó una oscura sonrisa y sus ojos de hielo brillaron divertidos. La muchacha le deseaba, el derribaría sus defensas y la tendría. Se enteraría entre sus muslos y la haría suplicar por más. Ninguna muchacha humana u inmortal había resistido a sus encantos. Por un instante le pareció ver deseo en su mirada y cuando la tuvo pegada a su cuerpo, él sintió el fuego de la pasión en sus labios, en su aroma.

—Como gustes muchacha —dijo Ares ladeando la cabeza. —Será divertido conquistarla, le gustaban los desafíos. La observó salir de la cocina y dirigirse a sus aposentos, decidió hacer lo mismo. La muchacha cerró la puerta y Ares sonrió. Muy pronto estaría con ella en su cama y la haría temblar bajo sus caricias. Se dirigió al cuarto que le había asignado la muchacha y se extrañó al recordar que ella no tenia protector. Se quitó aquellas ropas que  estrujaban sus partes, se tendió en el lecho pensativo y se tensó al sentir un cosquilleo en la nuca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario