el amor

El amor nace con una sonrisa, crece con un beso y se muere con una lagrima.

miércoles, 8 de febrero de 2017


Rendida
(Relato selectionado y publicado 152 rosas blancas)

 Lady Victoria se hallaba oculta en los jardines, lejos de las miradas de los invitados a su boda. Había llegado el día anterior al castillo de su ahora esposo. Un hombre poderoso que la exigió como recompensa para proteger las tierras de sus padres. Una recompensa. Pensó con tristeza.  Reconoció a regañadientes que el castillo estaba amueblado con un gusto exquisito  y los jardines debidamente cuidados. Cerró los ojos y se dejo llevar por el aroma de exóticas plantas y hermosas rosas. Aquello le recordaba a su hogar y a sus sueños de enamorarse algún día. Soñaba con un príncipe romántico y cariñoso, que le regalaría poemas y furtivas miradas bajo las estrellas. Todas sus esperanzas de casarse por amor se desvanecieron cuando Julián decidió tenerla por esposa.

—Os estaba buscando —dijo una voz peligrosamente  masculina.

Girándose para mirarle Victoria reprimió un jadeo. Más alto que la mayoría de los hombres, con el pelo negro como el pecado, su esposo era el hombre más hermoso que había visto jamás. Sus ojos grises como el hielo los tenía clavados en ella, y sus labios carnosos dibujaban una sonrisa. Su belleza era tal que paraba el corazón de cualquier muchacha y su maldad y destreza en la lucha era legendaria. Victoria se mojó los labios y sintió un extraño hormigueo en el estomago cuando él se acercó a ella. Al menos no era lo que ella esperaba, un viejo baboso con cuatro dientes podridos. Ni mucho menos.

—Está usted cansada, lo comprendo, os llevare a nuestras habitaciones.

— ¿Tan… temprano? ¡Pero si no se han marchado los invitados! —un miedo irracional se apoderó de ella. ¿Nuestras habitaciones? ¿Acaso pretendía consumir el matrimonio?

El sonrió y en su barbilla se formaron dos admirables hoyos. ¿Admirables? ¿Acaso se estaba volviendo loca? ¿Y porque balbuceaba y temblaba en su presencia? Ella debería sentir repulsión por el hombre que la desposó como pago por la protección que brindaría para con su gente.

—Descansaréis y yo os disculparé con nuestros invitados —me reuniré con vos al atardecer —su voz ronca la hizo flaquear.

¿Tendrá un trato con el demonio? De no ser así ¿por qué ejercitaba tal poder sobre ella?

—Os lo agradezco, sabré encontrar mis habitaciones —espetó ella con toda la frialdad que pudo reunir.

—Insisto acompañarla, debemos hablar —la cogió de brazo y un escalofrió recorrió el cuerpo de Victoria al sentir su tacto.

Ella asintió incapaz de hablar. Sentía la lengua pastosa.

—Se que os disgusta haberse desposado conmigo —empezó Julián mientras subían las escaleras —intentare que vuestra estancia en mi castillo sea de lo más agradable. Llegaron a sus aposentos y al penetrar en la estancia Julián la cogió por la cintura y poseyó sus labios con fuerza. Victoria se resistió y forcejeó un instante hasta que sintió el temblor bajo sus pies. Julián la soltó con brusquedad y se dirigió hacia la puerta.

Victoria sin saber muy bien cuando perdió la cordura, se acercó a su esposo y se agarró a su cuello. El beso se tornó suave y su mirada se nubló. Rendida reconoció que desde cuando vio a Julián por vez primera, conquistó su corazón.

 

 

                                                                                                                                                                                             Adryana

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