-No, no le
haga daño a mi hermana,- suplicó Laura llorando.
-¿Quieres
ser tú la primera? –preguntó el monstruo desde las sombras.
Los ojos
rojos del monstruo se clavaron en ella enseñando los dientes amarillos. Y Ana
gritó. Un grito desgarrador que le llegó al alma. La llamó a ella, a Laura,
pero no se podía mover, no podía ayudar a su hermana, la vio caer bajo el peso
de la sombra que saltó sobre ella.
-Laura,
despierta cariño, es una pesadilla.
-No, déjala,
no le hagas daño.
Oyó una voz
suave que la llamaba y abrió los ojos. Su madre estaba a su lado y la mecía en
sus brazos. Estaban a salvo. No, solo ella estaba a salvo. Su hermana estaba
muerta.
-No lo puedo
creer,-dijo Patricia limpiándose las lágrimas,- mi niña se casa.
-Mamá, no
llores que vas a estropear el maquillaje, -contestó Laura abrazando a su madre.
-Tienes
razón, hoy es el día más feliz de tu vida,- Patricia se limpió las lagrimas y
se volvió hacia el espejo para retocase el maquillaje. -Tu hermana estará
bailando con los ángeles, oh Laura lo siento, no debería haber dicho esto,
-exclamó cuando vio a su hija palidecer.
-Está bien
mamy, no pasa nada.
Laura seguía
reviviendo el secuestro y el asesinato de Ana cada noche en los últimos
catorce años. Había pasado rodeada de psicólogos, casi toda su vida y
ahora unía su vida a uno de ellos. Nunca habían encontrado al asesino cuyo
rostro ella no podía recordar.
Empezó a
temblar y se preguntó si en realidad se casaba por amor o por la necesidad de
sentirse segura. No lo sabía. Ella era una psicóloga de gran éxito pero no se
podía ayudar a sí misma. De repente todo le parecía una locura, ella siempre
había buscado seguridad pero nunca amor. Se quitó la bata azul de seda y se
puso un vestido verde y unas sandalias. Se recogió el pelo en un moño y cruzó
su mirada con su perpleja madre.
-Mama,
saldré a pasear un rato, ya sé que es tarde pero lo necesito.
Patricia
hizo un gesto de complicidad y con un suspiro se dejo caer en el sofá.
Laura estaba
tomando un café en una terraza de la Riera, en Arenys de Mar. Estuvo a
punto de casarse con su mejor amigo, Raúl, el no la
perdonó por abandonarlo el día de su boda pero, había sido lo mejor para
los dos. Tres años atrás había dejado el trabajo en Londres y se mudó con su
madre en un pueblo precioso de Barcelona. Ahora era psicóloga de niños con
problemas de comportamiento y le iba muy bien, tenia nuevos amigos y a su madre
le hacía muy bien vivir al lado del mar. Tomaba el café a sorbos pequeños
mientras observaba fascinada la calma del mar más azul que nunca. Las gaviotas
que volaban en círculos alrededor de los barcos pesqueros esperaban los
peces que los pescadores devolvían al mar. No vio al hombre que se acercó a
ella observándola con una sonrisa de admiración.
-Un día
precioso, -dijo tomando asiento a su lado.
Laura se
volvió hacia la voz, con un sobresalto.
-Eh, si, así
es,-contestó molesta por su descaro de sentarse sin pedir permiso.
-Estoy
esperando a alguien, -dijo Laura levantando la vista y entonces lo vio. Se
quedo inmóvil incapaz de encontrar su voz. Aquellos ojos, aquella voz, los
dientes amarillos, dios, no podía gritar quería levantarse y correr pero
su cerebro se negaba hacerle caso. Vio el diminuto rostro de Ana, la oyó gritar
y se sumió en la oscuridad.
-Mama, era
él, estoy segura. Viene a por mí, -murmuró Laura consternada, mientras salían
del hospital. Nadie la creía y ella sabía lo que había visto.- Mama, estoy
segura que nos ha seguido todos estos años.
-Laura, han
pasado diecisiete años, ¿Cómo ibas a recordarle?, hija mía, tienes que pasar página,
no puedes seguir así, -Patricia cogió el rostro de su hija entre sus manos, -yo
aun creo que ha sido culpa mía, no tenía que haberos dejado solas en el
coche aquel día. Pero, lo he hecho, y ahora solo me queda una hija, no te
perderé a ti también.
-Mama, ¿por
qué no me ha matado a mí también? Llamó y dijo donde estábamos, ¿Por qué
no me mató?
No vieron al
hombre con bata azul que estaba detrás de ellas escuchándolas.
Muy pronto
lo sabrás pequeña, tu hermana se siente muy sola.
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