el amor

El amor nace con una sonrisa, crece con un beso y se muere con una lagrima.

jueves, 9 de febrero de 2017

Pesadilla.




-No, no le haga daño a mi hermana,- suplicó Laura llorando.

-¿Quieres ser tú la primera? –preguntó el monstruo desde las sombras.

Los ojos rojos del monstruo se clavaron en ella enseñando los dientes amarillos. Y Ana gritó. Un grito desgarrador que le llegó al alma. La llamó a ella, a Laura, pero no se podía mover, no podía ayudar a su hermana, la vio caer bajo el peso de la sombra que saltó sobre ella.

-Laura, despierta cariño, es una pesadilla.

-No, déjala, no le hagas daño.

Oyó una voz suave que la llamaba y abrió los ojos. Su madre estaba a su lado y la mecía en sus brazos. Estaban a salvo. No, solo ella estaba a salvo. Su hermana estaba muerta.


-No lo puedo creer,-dijo Patricia limpiándose las lágrimas,- mi niña se casa.

-Mamá, no llores que vas a estropear el maquillaje, -contestó Laura abrazando a su madre.

-Tienes razón, hoy es el día más feliz de tu vida,- Patricia se limpió las lagrimas y se volvió hacia el espejo para retocase el  maquillaje. -Tu hermana estará bailando con los ángeles, oh Laura lo siento, no debería haber dicho esto, -exclamó cuando vio a su hija palidecer.

-Está bien mamy, no pasa nada.

Laura seguía reviviendo el secuestro y el asesinato de Ana cada noche en los últimos catorce  años. Había pasado rodeada de psicólogos, casi toda su vida y ahora unía su vida a uno de ellos. Nunca habían encontrado al asesino cuyo rostro ella no podía recordar.

Empezó a temblar y se preguntó si en realidad se casaba por amor o por la necesidad de sentirse segura. No lo sabía. Ella era una psicóloga de gran éxito pero no se podía ayudar a sí misma. De repente todo le parecía una locura, ella siempre había buscado seguridad pero nunca amor. Se quitó la bata azul de seda y se puso un vestido verde y unas sandalias. Se recogió el pelo en un moño y cruzó su mirada con su perpleja madre.

-Mama, saldré a pasear un rato, ya sé que es tarde pero lo necesito.

Patricia hizo un gesto de complicidad y con un suspiro se dejo caer en el sofá.


Laura estaba tomando un café en una terraza de la Riera, en  Arenys de Mar. Estuvo a punto de casarse con su mejor amigo,  Raúl,  el no  la perdonó  por abandonarlo el día de su boda pero, había sido lo mejor para los dos. Tres años atrás había dejado el trabajo en Londres y se mudó con su madre en un pueblo precioso de Barcelona. Ahora era psicóloga de niños con problemas de comportamiento y le iba muy bien, tenia nuevos amigos y a su madre le hacía muy bien vivir al lado del mar. Tomaba el café a sorbos pequeños mientras observaba fascinada la calma del mar más azul que nunca. Las gaviotas que volaban en círculos alrededor de los barcos  pesqueros esperaban los peces que los pescadores devolvían al mar. No vio al hombre que se acercó a ella observándola con una sonrisa de admiración.

-Un día precioso, -dijo tomando asiento a su lado.

Laura se volvió hacia la voz, con un sobresalto.

-Eh, si, así es,-contestó molesta por su descaro de sentarse sin pedir permiso.

-Estoy esperando a alguien, -dijo Laura levantando la vista y entonces lo vio. Se quedo inmóvil incapaz de encontrar su voz. Aquellos ojos, aquella voz, los dientes amarillos, dios, no podía gritar quería levantarse  y correr pero su cerebro se negaba hacerle caso. Vio el diminuto rostro de Ana, la oyó gritar y se sumió en la oscuridad.


-Mama, era él, estoy segura. Viene a por mí, -murmuró Laura consternada, mientras salían del hospital. Nadie la creía y ella sabía lo que había visto.- Mama, estoy segura que nos ha seguido todos estos años.

-Laura, han pasado diecisiete años, ¿Cómo ibas a recordarle?, hija mía, tienes que pasar página, no puedes seguir así, -Patricia cogió el rostro de su hija entre sus manos, -yo aun creo que ha sido culpa mía, no tenía que haberos dejado  solas en el coche aquel día. Pero, lo he hecho, y ahora solo me queda una hija, no te perderé a ti también.

-Mama, ¿por qué no me ha matado a mí también?  Llamó y dijo donde estábamos, ¿Por qué no me mató?

No vieron al hombre con bata azul que estaba detrás de ellas escuchándolas.

Muy pronto lo sabrás pequeña, tu hermana se siente muy sola.

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