Matrimonio indeseado
(Relato selectionado y publicado 152 rosas blancas)
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Su joven
esposa estaba medio oculta entre las sombras, de espaldas contemplando las
estrellas. Ella se volvió hacia el ofreciéndole mejor ángulo para observarla.
¡Por la cruz de Cristo! La muchacha poseía una belleza por la que las hadas
hubieran vendido su alma al diablo. Parpadeó
y se sorprendió trazando con la mirada las formas perfectas de su cuerpo
cubierto por un fino y delgado camisón, que dejaba muy poco a la imaginación.
Sus ojos azules como el cielo del verano lo miraban con desafío y algo más, y
sus labios entreabiertos parecían exigir sus besos. El color de sus cabellos rivalizaba con las
llamas que crepitaban en la chimenea. La deseaba con locura y aquello estaba
mal.
—Al fin os dignasteis honrarme con vuestra presencia
—le espetó la joven con frialdad.
—Estoy aquí para cerciorarme de vuestras comodidades
—respondió Vlad, ciertamente, su esposa tenia la lengua muy afilada.
—Cumplen mis expectativas en cierto modo —respondió
ella dándole las espaldas.
—Ordenare que os suba algo de comer —Vlad se removió
intranquilo. ¡Que lo parta un rayo, pero la moza le estaba desafiando
descaradamente!
— ¿Me dejareis cenar sola, otra vez?
¿Por qué sentía la sangre hirviendo con tan solo
contemplarla? Aquel matrimonio era una alianza con el enemigo, Valaquia y
Transilvania sellaron la paz debido a aquella unión, un mal necesario, sin
embargo se sorprendió barriéndola con la mirada, bebiendo de la visión como una
recompensa libremente exhibida, pulgada a pulgada. Su esposa se paseaba por las
habitaciones contoneando las caderas con la gracia de un pavo real.
—Suponía que es lo
que preferiríais —respondió perplejo.
—En realidad espero
saber porque no estoy de vuestro agrado —Anna se detuvo de su paseo y Vlad se
preguntó si lo que sintió en su voz era timidez. — En dos meses de matrimonio
casi percibo su sombra.
—Debería estar
agradecida, ¿No han llegado a vuestros oídos mis terroríficas hazañas?
—Bobadas —dijo
ella mirándole a los ojos —los trovadores alaban vuestras victorias, las
mujeres vuestra valentía y belleza. Debo reconocer que me ha sorprendido usted
gratamente.
Vlad arqueó las cejas y se maldijo en voz baja. El no quería
desearla, se había mantenido alejado de ella, pero su mente quedaba en
blanco en su presencia. Incapaz de resistirse Vlad deslizó sus dedos hacia su
cuello enmarcándole el rostro con las manos sujetándola. El beso hizo temblar
los cimientos y supo que la providencia le había bendecido, derritiendo el
hielo de su alma. La sintió tensa entre sus brazos y la atrajo hacia el
pegándola contra su cuerpo. Con una mano acarició su espalda y la muchacha gimió
suavemente. Sintió el fuego del deseo quemándole las entrañas y se detuvo un
instante, contemplándola. Anna era una
esposa a su medida, una mujer valiente, que desposó por obligación para con su
reino y resultó ser la salvación de su alma.
— ¿No ordenará que nos suban la cena? —preguntó Ana
con la respiración entrecortada.
—Después, mi hermosa dama—Vlad la levantó en sus
brazos y la tendió en el lecho maravillado —Debo recuperar lo que he perdido.
Anna le empujó con suavidad y su sonrisa iluminó la
estancia.
—Empezaremos con la cena ¿os parece?
Adryana
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