el amor

El amor nace con una sonrisa, crece con un beso y se muere con una lagrima.

miércoles, 8 de febrero de 2017


Matrimonio indeseado
(Relato selectionado y publicado 152 rosas blancas)

    Su joven esposa estaba medio oculta entre las sombras, de espaldas contemplando las estrellas. Ella se volvió hacia el ofreciéndole mejor ángulo para observarla. ¡Por la cruz de Cristo! La muchacha poseía una belleza por la que las hadas hubieran  vendido su alma al diablo.  Parpadeó  y se sorprendió trazando con la mirada las formas perfectas de su cuerpo cubierto por un fino y delgado camisón, que dejaba muy poco a la imaginación. Sus ojos azules como el cielo del verano lo miraban con desafío y algo más, y sus labios entreabiertos parecían exigir sus besos.  El color de sus cabellos rivalizaba con las llamas que crepitaban en la chimenea. La deseaba con locura y aquello estaba mal.

—Al fin os dignasteis honrarme con vuestra presencia —le espetó la joven con frialdad.

—Estoy aquí para cerciorarme de vuestras comodidades —respondió Vlad, ciertamente, su esposa tenia la lengua muy afilada.

—Cumplen mis expectativas en cierto modo —respondió ella dándole las espaldas.

—Ordenare que os suba algo de comer —Vlad se removió intranquilo. ¡Que lo parta un rayo, pero la moza le estaba desafiando descaradamente!

— ¿Me dejareis cenar sola, otra vez?  

¿Por qué sentía la sangre hirviendo con tan solo contemplarla? Aquel matrimonio era una alianza con el enemigo, Valaquia y Transilvania sellaron la paz debido a aquella unión, un mal necesario, sin embargo se sorprendió barriéndola con la mirada, bebiendo de la visión como una recompensa libremente exhibida, pulgada a pulgada. Su esposa se paseaba por las habitaciones contoneando las caderas con la gracia de un pavo real.

—Suponía que es lo que preferiríais —respondió perplejo.

—En realidad espero saber porque no estoy de vuestro agrado —Anna se detuvo de su paseo y Vlad se preguntó si lo que sintió en su voz era timidez. — En dos meses de matrimonio casi percibo su sombra.

—Debería estar agradecida, ¿No han llegado a vuestros oídos mis terroríficas hazañas?

—Bobadas —dijo ella mirándole a los ojos —los trovadores alaban vuestras victorias, las mujeres vuestra valentía y belleza. Debo reconocer que me ha sorprendido usted gratamente.

Vlad arqueó las cejas y se maldijo en voz baja.  El no quería  desearla, se había mantenido alejado de ella, pero su mente quedaba en blanco en su presencia. Incapaz de resistirse Vlad deslizó sus dedos hacia su cuello enmarcándole el rostro con las manos sujetándola. El beso hizo temblar los cimientos y supo que la providencia le había bendecido, derritiendo el hielo de su alma. La sintió tensa entre sus brazos y la atrajo hacia el pegándola contra su cuerpo. Con una mano acarició su espalda y la muchacha gimió suavemente. Sintió el fuego del deseo quemándole las entrañas y se detuvo un instante, contemplándola.  Anna era una esposa a su medida, una mujer valiente, que desposó por obligación para con su reino y resultó ser la salvación de su alma.

— ¿No ordenará que nos suban la cena? —preguntó Ana con la respiración entrecortada.

—Después, mi hermosa dama—Vlad la levantó en sus brazos y la tendió en el lecho maravillado —Debo recuperar lo que he perdido.

Anna le empujó con suavidad y su sonrisa iluminó la estancia.

—Empezaremos con la cena ¿os parece?

 

                                               Adryana

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